05/10/2022
¿Pueden los sucesores tener la certeza de que la frase “hijo mío, hija mía, algún día la empresa familiar será tuya” se hará realidad?
“Hijo mío, hija mía, algún día la empresa familiar será tuya” es probablemente la frase más universal y representativa del mundo de la empresa familiar. Esta frase es muy poderosa. Encapsula, a la vez, el “sueño” de las familias empresarias y la “promesa” de futuro que la generación mayor le hace a los jóvenes familiares. ¿Pero pueden los sucesores tener la certeza de que el sueño se va a hacer realidad y de que la promesa se va a cumplir?

El “sueño” consiste en una familia que lucha y saca adelante una empresa en la que, con el tiempo, se integra una nueva generación y la hace prosperar. Los miembros de la familia se llevan bien, se quieren y se respetan. ¡Qué duda hay de que trabajar con la familia puede ser algo grande y muy satisfactorio! ¿Pero pueden los hijos tener la certeza de que este anhelo se hará realidad?
La “promesa” que hace la generación mayor a los jóvenes es: “apuesta por el negocio familiar y, con el tiempo, la empresa será tuya”. Muchas promesas, hechas con la mejor voluntad, no se cumplen. Es lo que puede ocurrirle a ésta.
¿Qué puede ocurrir que haga que esta promesa no se cumpla o no del modo que la familia imagina? Entre otras vicisitudes, pueden suceder las siguientes:
1.- El negocio, por los avatares propios de la actividad empresarial, puede cerrar y quedar la siguiente generación, tras haberle dedicado los mejores años de su vida, sin negocio del que ser propietaria. Tal vez se salve parte del patrimonio, pero la empresa marchó y con ello quedaron frustradas muchas ilusiones.
2.- Un joven se puede incorporar al negocio y la convivencia con sus padres, hermanos, primos o tíos no ser buena. Continuar en la empresa de la familia puede resultar en estos casos muy poco satisfactorio, cuando no doloroso, y el familiar encontrarse ante el dilema de “resignarse y aguantar”, “tener enfrentamientos continuos”, o “marcharse” con las consecuencias que veremos en el siguiente punto.
3.- Puede que el joven familiar, por las razones variopintas que la vida trae, deje el negocio familiar. Es muy común que el que se va lo haga con lo puesto, esto es, con lo que ha ahorrado. Se tiene que abrir camino y comenzar de nuevo sin que la familia o el negocio familiar le ayuden a hacerlo. Es más, en ocasiones, el que se marcha es por definición “un traidor que se va cuando peor estaban las cosas”. Puede que con el tiempo las cosas se recompongan y herede el negocio. Esto es lo más común. Pero también, puede ocurrir que sea apartado de la familia y de la sucesión en el negocio.
4.- En ocasiones la familia, habitualmente los que mandan, manipula a los jóvenes con la frase que nos ocupa. Por ejemplo, cuando el joven pide un aumento de sueldo se le puede contestar:“para qué me pides un aumento de sueldo si algún día todo esto será tuyo. Lo que no recibas ahora lo tendrás cuando seas propietario del negocio”.
5. También puede ocurrir que ese “algún día” no llegue nunca. Los sucesores van cumpliendo treinta, cuarenta, cincuenta y tantos años sin que los mayores se hagan a un lado y transmitan al menos parte del negocio o abran nuevas sociedades en que los jóvenes sean los propietarios. En tanto la generación mayor entra en la tercera edad y quiere seguir mandando. Antes o después los mayores decaen y el negocio con ellos y los antes jóvenes se encuentran que, tras muchos años de espera, tienen ante sí una empresa en declive y una generación mayor bloqueando cualquier salida a esta situación.
6. Puede que, al recibir el negocio, los mayores, sin dejar de cumplir con la promesa en su literalidad, alteren su sentido diciéndole a sus sucesores: “Hijo mío, hija mía, ¿recuerdas que te dije que algún día el negocio sería tuyo?, pues ese día ha llegado. Te lo vendo”. El planteamiento puede venir motivado porque los padres no tienen más alternativa para su supervivencia que vender el negocio. En otras ocasiones, lo que desean es mantener el mismo nivel de vida que siempre han tenido. Los hijos pueden verse, en el intento de comprarlo, haciendo todas las hojas de cálculo del mundo y analizando un sinfín de fórmulas legales, fiscales y financieras que suponen meterse en una vida de lucha, deudas e incertidumbre en la que nunca pensaron encontrarse.
7. Y, también, puede ocurrir que los jóvenes reciban el negocio a una buena edad pero en un penoso estado empresarial y financiero, quedando la promesa convertida en dedicar muchas años a sacar al negocio del pantano en que lo dejó la generación anterior.
Y todo lo anterior sin contar que lo mejor para algunos de los jóvenes pueda ser seguir un camino diferente al que le propone el negocio de la familia, como por ejemplo, ser médicos, profesores o músicos o dedicarse a cualquier otra profesión. Podría ocurrir, también, que la persona a la que desde niño se le hace la promesa no tenga la más mínima capacidad de gestión.
La generación mayor tiene que ser seria en cuanto a la promesa que hace y saber que tiene que transmitir el negocio a la siguiente generación a una edad razonable y en buenas condiciones. Los jóvenes deben pensar seriamente si integrarse en el negocio familiar es lo que más les conviene y, al hacerlo, negociar adecuadamente su incorporación, y esto se hace mejor cuando llegan al negocio familiar con unos años de experiencia en otros lugares.
¿Se cumple esta promesa a la hora de la verdad? En muchas ocasiones sí. En otras, la realidad difiere mucho de lo que se había soñado. Esta frase es la que mayor número de viñetas gráficas graciosas basadas en el mundo de la empresa familiar ha inspirado. Es así porque el contraste entre la realidad y lo imaginado, aderezado con un toque absurdo, llama al humor. Es por esto que las generaciones jóvenes tienen que ver esta promesa, además de con el corazón, con una buen dosis de cabeza. Y la generación mayor debe hacerla midiendo muy bien sus consecuencias para los jóvenes y para ellos mismos y, al transcurrir un número razonable de años, hacer honor a lo prometido.
Rafael Rodríguez Díaz
Jacqueline Rodríguez Cabrera